a J.
Cuando comencé a caminarsiguiendo esa brújula descalibrada
de mis creencias, que otros afirmaban como locuras,
tú fuiste él único que me siguió sin refutar.
Por un momento te vi firme,
como un soldado que custodiaba
sin transpirar, ante la inmensidad,
un tesoro correspondido de caminos,
de risas y de nostalgias.
Camino de incertidumbres,
de horizontes desconocidos,
de senderos caminados por dos,
uno lunático con su cámara en mano
y el otro alienado a los fantasmas de su mente.
Pero era claro que un día
esa compatibilidad dejaría de complementarnos,
creía que faltarían miles de kilómetros para la llegada de tal fecha,
lo cierto es que la sorpresa no se hizo esperar.
Hoy sin embargo, para desgracia de marinero
me quedo solo en este barco.
Hemos de decirnos adiós,
pero lo nuestro debe continuar,
tu en búsqueda de tus ideales
y yo al encuentro de mis sueños.
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