martes, 1 de febrero de 2011

BITACORAS DE UN DÍA ENTRE TANTOS EN COCHABAMBA

Si tuviera que definir en una palabra a Cochabamba, creo que la mas ajustada y propicia seria "ajetreo". El hormiguero se revuelve a medida que el sol va despuntando los primeros rayos en el horizonte alto. Ya se puede oír las bocinas junto con el dulzor de los aromas del desayuno que se prepara humeante en cada esquina. 

Karen llega casi siempre temprano por la mañana. Tipo nueve y media ya esta parada en la puerta mientras nosotros tratamos de despegarnos de las sabanas. Amiga especie de guía que nos lleva de aquí para allá intentando hacernos conocer hasta el ultimo confín de la pequeña gran urbe. Si gustamos algo en especial, ella se detiene como recalibrando su gps mental para llevarnos hasta donde nuestros gustos quieren llegar. Hecha uno o dos vistazos y hace un movimiento con la cabeza para que la sigamos. Jacobo y Andrés se pierden entre las curvas y polleras de las mujeres que desfilan tan airosas presumiendo de su hermosa belleza; <"ahí?"> pregunta alguno y el otro contesta <"sabes que no?"> en una especie lunfardo que solo los entendidos del tema sabemos decodificar. Paramos en algún puesto callejero después de caminar un par de cuadras. Casi siempre nos regalan una sonrisa y no hace falta preguntar ¿Que se van a servir? porque de ante mano "4 api con pastel por favor". Mientras cargamos "pilas" se va detallando el plan del día: visita a un museo, mates en la plaza, que les parece si...? etc, etc, etc. Salimos del lugar. Desenfundamos nuestras cámaras, ya estamos listo para disparar la primera foto. Calle arriba nos topamos con el tumulto que viene y va y nunca deja de ir y venir. Ojos que nos miran raro y ojos que ni siquiera nos miran porque apuntan al suelo como buscando algo que algún descuidado haya volteado. Pasamos por la calles de las frutas, no porque  así se llame, sino porque en ella están pura y exclusivamente los puestos que se dedican a la venta de todo tipo de frutas, desde las mas comunes que solemos hallar en nuestras alacenas, pasando por las mas tropicales, hasta llegar a las mas extravagantes. Exquisitas esencias se mezclan con colores carnavalescos que inundan la vista con una hermosa postal, "esta para una foto" recomienda Karen.
El trajín de la mañana va despertando las ganas de unos buenos mates bien amargo, bien a lo criollo. Entramos en una cafetería para pedir un poco de agua caliente para el termo, niegan con la cabeza, nos marchamos y así una y otra vez. Parece que por estos lares no están acostumbrados a ver gente ansiosa por saborear un mate. Nuevamente Karen se detiene, piensa un instante... "el rincón Argentino, siganme" dice sin vueltas. Como patitos detrás de mamá pato desfilamos en fila india por calles angostas. En el trayecto puedo observar la influencia Europea en las construcciones que se desplazan a lo largo de la calle Baptista. Pasamos por la plaza 14 de Septiembre, es imposible no hacer un recreo para observar un poco. Nos sentamos en los escalones frente a la fuente principal, Karen y yo nos miramos como sabiendo lo que sigue. Enfocar y disparar tantas veces como sea necesario. Los niños juegan entre las palomas, las risas se dibujan en cada rostro, el aire se convierte en una especie de primavera que todo lo abarca. 
"¿Y el rincón Argentino?" pregunta Jacobo disimulando sus ganas de matear.
Llegamos hasta una especie de peatonal poco transitada, de un lado hay una construcción tan antigua como la humedad en sus paredes, Karen nos comenta que es un claustro donde las monjas se encierran por el resto de sus vidas, "el ultimo contacto con el mundo lo tienen minutos antes de pasar por esas puertas, desde ahí en adelante solo les queda el recuerdo" agrega. Un tanguito se escucha casi cerca, volteo la mirada buscando desde donde proviene ese sonido "industria Argentina", avizoro de cerca el frente de una tienda, eh ahí el lugar tan ansiado. Jacobo se adentra para pedir que le "conviden un poco de agua". Andrés camina por ahí indagando en los rincones, Karen y yo platicamos como es de costumbre sobre "fotos" sentados en un banco. Desde la puerta del lugar, Jacobo agita las manos para que nos acerquemos. Nos presenta a la anfitriona del local, vaya casualidad, es una San Pedreña de puras cepas, mujer de nuestros pagos que llego ahí por cosas de la vida,  quien junto a la compañía de su marido fundaron allí, en el rincón Argento, lo que en su tarjeta de presentación dice "la casa Argentina". Nos invitan a pasar, nos comentan sobre la situación de Bolivia, nos preguntan sobre Argentina como añorando viajar en nuestras palabras al lugar que los acuno y los vio partir. Entre charlas cruzadas, risas y carcajadas descubrimos que el Ing. Martín Quiroga no solo apadrina todo evento cultural que haga referencia a la cultura Argento, sino que también es un artista nato, orgulloso de sus ideas paridas y plasmadas en un pequeño rincón que vigila con recelo y en el cual solo ingresan pocas personas, personas como nosotros, que tuvimos el placer de ingresar allí.
"Son de mis pagos" se escucha decir a la mujer a un hombre que entra allí, se presenta como José "el misionero" (no por predicador sino porque proviene de la provincia de Misiones, ubicada en la región del litoral Argentino) se une a la conversación. Nos cuenta como es que fue a parar a esas latitudes. Como todo buen matero Jacobo le ofrece un mate, amablemente lo rechaza diciendo que nunca se pudo acostumbrar, Karen suelta una carcajada "Argentino trucho" le dice. "Sos de misiones, la cuna del mate y no te gusta el mate" agrega Jacobo.
Las ganas de un buen almuerzo se transfigura en las caras de mis compañeros, esta demás preguntar si almorzamos. Recuerdo que en el viaje anterior habíamos probado una comida "delii" (jerga boliviana sinónimo a delicioso) que consistía en pescado cocinado a base de jugo de limón, el llamado "cebiche", gourmet exportado directamente desde el Perú. 
Karen nos señala un restaurante cerca de allí, caminamos unas 10 cuadras, "¿que sera lejos?" me pregunto en silencio.
Terminamos de almorzar y nos dirigimos al hotel. 
"Chicos los esperamos a las 4 en la plaza Colon" dice el mensaje de Vale, una chica que conocimos días antes y que ofreció  llevarnos a conocer un poco mas de Cochabamba. Karen decide regresar a su hogar, Andrés prefiere hacer una siesta, "iremos solos" dice Jacobo. 
Salimos del hotel, caminamos hasta la avenida Ayacucho, muy transitada casi todo el día por cierto. Paramos un taxi "plaza Colon por favor" digo al chófer. En el trayecto podemos ver la otra cara, la de edificios altos, un poco mas moderno, donde la publicidad abunda y los ruidos sobran, "nada postal para una foto" pienso. Ignoro lo que pasa del vidrio hacia afuera, solo pienso en esa mujer. Una especie de sentimientos cruzados que guardan o esconden algún misterio incompatible con la razón surgen de repente. Se me viene a la memoria la palabra celebre de Andrés "ta ureao" (jerga Argentina, mas bien de las provincias del norte, que hace referencia a una persona "enamorada"). 
Llegamos al lugar de la cita, ella esta con una amiga. Subimos a su auto, conduce hasta un bulevar y se detiene. A lo largo de unas cinco cuadras se desplaza un parque verde y florido llamado El Prado, que según comenta "es así todo el año". Observo detalladamente el lugar, esta atestado de bellas flores de todo tipo de especie, colores y aromas; "el lugar perfecto para los enamorados" pienso. Ahora todo es diferente, no solo por la compañía, sino que todo se complementa. El paisaje, la admiración, la naturaleza, el silencio (gracias a los carteles que exclaman "NO TOQUE BOCINA") 
Como método complementario para socializar el mate siempre es una buena opción. Hicimos una pequeña excursión.  Mientras "mateabamos" (a veces es necesario ser repetitivo) platicamos sobre cosas de la vida. Allí el tiempo no tenia tiempo, las horas eran números en un circulo que no importaba porque parecían nunca pasar, una especie de sensación de que el día era mas largo que lo normal...


Creo que la suerte en este caso, se materializa en  "encontrar" gente tan linda que recibe a uno de una forma tan calurosa, que hacen sentir a uno como en la comodidad del hogar, mas allá de estar casi a 3000 km de distancia.

He omitido varios momentos que se sucedieron con respecto al viaje, como por ejemplo la exposición fotográfica la cual fue mas un motivo de juntarnos entre amigos que de exponer, conocer nuevos amigos, muchos por cierto, tanto que no me atrevo a dar nombre por miedo a olvidarme de alguno.


Como comente a Karen, no solo me traje hermosos y gratos momentos, sino que deje allí las ganas de volver, por varios motivos, tanto que  enumerarlo seria imposible. Lo único que si me atrevo a decir es que si vuelvo a aquel lugar, lo cual es casi seguro, creo que allí me quedo, y no solo porque olvide mi campera, sino porque una parte de mi alma se quedo en esa hermosa ciudad de gente tan bella...

1 comentario: