el cielo de veras era color ocre,
las nubes caían como aguacero de sol sobre mis sueños.
Yo estaba un poco sordo para escuchar al roble de la puerta de entrada
pero de todos modos sabia que existía,
tal vez un poco añejo, tal vez un poco mas joven, quizás menos pendejo
quien sabe, pero así lo recuerdo.
Ya ha pasado casi un año que parecieron ser diez
me siento viejo para retomar el camino de vuelta.
Pero recordar mi casa, me pone melancólico,
trae hermosos recuerdos de tiempos que me abrazaban como recién nacido.
Ahora el tiempo me llevo lejos,
ahora el tiempo llora en mi pecho,
y yo, lloro en el tiempo.
Estoy solo en un inmenso mar de gente que viene y que va
solo como una cabeza condenada al ostracismo.
Sin mas ni menos me marche,
dejando a mis fieles amigos,
que mas que amigos fueron hermanos.
Hoy tan lejos de mi, tan ausente de ellos,
me siento a orillas del abismo mundano a contemplarlos.
Desfilan niños con alas, payasos con vengalas,
amantes infieles, infieles amantes.
Parejas que se aman, amores que se engañan.
Eclipses y barcas con olas que golpean la memoria,
ventisca de la bruma que sacude mi sombrero de nostalgia.
Hace tiempo que nadie me pide un consejo.
Sacudo la manga de mi camisa,
el polvo de los recuerdos me recuerdan
que solo tengo horario de partida.
La muerte mando acuse de recibo,
el cual no me atrevo a firmar.
No quiero irme sin antes recordar por un instantes esas horas en casa
Pero juro que este no es el cielo que podía ver desde allí,
ese hermoso cielo de color ocre,
con estrellas bañándose en la vía láctea,
rosas contemplando la luna espejada en el lago,
quieto en el remanso,
tan pobre de mi en estos momentos mortecinos.
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